No sé las veces que me aproveché del Plus de mi hermana para verte jugar, la cantidad de cintas VHS que me pasaba Alvarito, las horas sin dormir. Las veces que pusiste mis problemas en perspectiva. Un día no podía ser tan malo si te veía jugar un par de horas.
Cómo les ganasteis Shaq y tú aquel partido a Portland, o cómo te gustaba martillear el Arco Arena de Sacramento. ¿Cuántos puntos metiste aquel día contra Toronto, ochenta y…? ¿Y en el Madison? ¿60? ¿Y el día que te retiraste? ¿Otros 60? Vamos que tiraste el micro.
No sé cómo pasaste del “crossover y mate”, a ser el jugador de los fundamentos, a dar ese paso extra. Algo tendría que ver la forma en que exprimías a tus ídolos, Jordan, Payton y tantos otros, en los All Star; les pedías todos sus trucos. Y te los llevabas, y los usabas, y los mejorabas.
Cómo buscabas aquel día contra los Nets a tu nuevo compañero, nuestro Pau, qué ganas tenías de tenerle al lado. Cómo movíais el balón los dos, con Lamar y con Luke. Nos pusisteis a un anillo de Boston.
No sé qué pasó ayer, leo la noticia y me sorprendo. Pero la oigo y no cuadra, no encaja, hay algo mal. Siempre esperaré ver aparecer tu sonrisa por el Staples, o en cualquier otro sitio donde se respire basket. ¡Qué clase! Me decía siempre mi persona preferida cuando te veía dentro o fuera de la cancha. Sí, qué clase.
No sé… No sé cómo darte las gracias por hacer mi vida un poquito mejor, no lo sé…